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AUTISMO
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición que dura toda la vida y que altera la capacidad de una persona para comunicarse y relacionarse con otros.
El autismo está asociado con rutinas y comportamientos repetitivos, tales como arreglar objetos obsesivamente o seguir rutinas muy específicas. Los síntomas pueden variar desde leves hasta muy severos, por eso se dice que es un espectro. No hay dos personas con autismo iguales.
La gente con autismo percibe el mundo en forma diferente. Ve detalles que vos no ves y tienen dificultades en procesar los diferentes estímulos. Por eso, los lugares, personas o rutinas nuevas le representan un desafío. Sostener la mirada del otro puede resultarle amenazante; por eso evita el contacto visual.
A una persona con autismo le cuesta expresar lo que siente así como también entender lo que les pasa o sienten los demás. Tienen gustos e intereses restringidos. Por ejemplo, un niño puede interesarse específicamente por los dinosaurios y casi por nada más. Realizar tareas repetitivas les sirve para ordenar un mundo que percibe caótico, por ejemplo, ordenar cajas en fila una y otra vez.
La detección temprana mejora considerablemente el pronóstico.
Cualquiera puede nacer con autismo y no hay manera de prevenirlo.

SEÑALES DE ALERTA


En general, los padres y los docentes de educación inicial, son los primeros que notan comportamientos poco comunes en el niño, como la dificultad para alcanzar adecuadamente los hitos del desarrollo infantil.
El 80% de las veces en las que un padre/madre sospecha que hay algo anormal en su hijo, está en lo cierto. Sin embargo, solo un 20% de estas sospechas son tenidas en cuenta por el especialista.
Las principales alertas del desarrollo son: falta de sonrisa social, no mirar a los ojos, no balbucear, tener retraso en la adquisición del lenguaje o perder el lenguaje adquirido, no señalar para mostrar o compartir interés, no responder al nombre, falta de juego simbólico, reacciones inesperadas frente a estímulos sensoriales, entre otras.
La edad promedio en que se diagnostica el autismo clásico es a los 3 años, mientras que el Síndrome de Asperger y el TGD-NE tienden a ser diagnosticados más tarde, con una edad media de 7,2 y 3, 9 años respectivamente. Los primeros signos pueden ser evidentes desde los 12 meses. La detección temprana de las condiciones del espectro autista puede mejorar la vida del niño y de su familia.
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